teatro // por Lucho Bordegaray
Un sótano mugroso, velas que chorrean, objetos que asemejan vulgares tesoros maltratados. En medio de eso, lo que queda de dos hombres, uno obstinado en mentirle al otro con que la guerra continúa, el otro satisfecho con que se le diga qué debe creer. Afuera, ya en tiempos de paz, el sombrío y maniático Coronel sería apenas un lisiado, pero en ese miserable reducto sigue siendo una autoridad aunque más no sea frente a Sam, un soldado al que los horrores de la guerra le arrebataron el escaso criterio que pudiera haber cultivado, siendo hoy apenas poco más que un perro guardián entrenado en la más irracional servidumbre.
La llegada de Simón, un advenedizo que busca entrevistar al Coronel, despierta en Sam todo tipo de reacciones inesperadas: el visitante es, de alguna manera, algo del afuera prohibido, temible y deseable.
Cinco jóvenes que andan por los veintipocos años de edad, con el IUNA como común denominador pero con otros recorridos de formación muy disímiles (Nicolás Barsoff en la dirección, también en la dramaturgia junto a Francisco Grassi, y las actuaciones de Andrés Irusta, Joaquín Wang y Yannick Du Plessis), llevan a escena este trabajo reflexivo y de amenazante violencia en el que recrearon con interesante mirada la sordidez que arrasa las vidas de quienes sobreviven a las guerras. Ellos son la nueva generación que se está presentando, y resulta alentador que su búsqueda no le escape al relato ni le niegue la posibilidad de exponer un contenido que implica asumir una toma de posición. Porque, sin grandilocuencias ni manipulaciones, son evidentes otras líneas de lectura que acercan indiscutiblemente ese relato a la actualidad de nuestra sociedad.
No puedo negar mi entusiasmo al sospechar que quizás así, tímidamente, un poco aquí y otro poco por allá, ya estemos viendo el inicio de la reacción que supere a la generación que levantó la bandera de que el teatro no tenía nada que decir ni debía dar cuentas de nada, y al que ni siquiera había que pedirle que aportara nada a la vida de los demás.
La llegada de Simón, un advenedizo que busca entrevistar al Coronel, despierta en Sam todo tipo de reacciones inesperadas: el visitante es, de alguna manera, algo del afuera prohibido, temible y deseable.
Cinco jóvenes que andan por los veintipocos años de edad, con el IUNA como común denominador pero con otros recorridos de formación muy disímiles (Nicolás Barsoff en la dirección, también en la dramaturgia junto a Francisco Grassi, y las actuaciones de Andrés Irusta, Joaquín Wang y Yannick Du Plessis), llevan a escena este trabajo reflexivo y de amenazante violencia en el que recrearon con interesante mirada la sordidez que arrasa las vidas de quienes sobreviven a las guerras. Ellos son la nueva generación que se está presentando, y resulta alentador que su búsqueda no le escape al relato ni le niegue la posibilidad de exponer un contenido que implica asumir una toma de posición. Porque, sin grandilocuencias ni manipulaciones, son evidentes otras líneas de lectura que acercan indiscutiblemente ese relato a la actualidad de nuestra sociedad.
No puedo negar mi entusiasmo al sospechar que quizás así, tímidamente, un poco aquí y otro poco por allá, ya estemos viendo el inicio de la reacción que supere a la generación que levantó la bandera de que el teatro no tenía nada que decir ni debía dar cuentas de nada, y al que ni siquiera había que pedirle que aportara nada a la vida de los demás.
Encontrá la ficha artística y técnica y la información de las funciones de Tríptico en este link a Alternativa Teatral.
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