martes, 17 de agosto de 2010

IMPORTANTE: Cambio de horario y ultimas funciones

A partir del sábado 21 de Agosto, las funciones comenzaran a las 00 hs.
La ultima función de "Tríptico..." será el sábado 11 de Septiembre.
Los esperamos!

nosobra Teatral

Crítica por Juan Manuel López Baio (de Geoteatral)

Tríptico - Crítica
Tres son multitud. Crítica de Juan Manuel López Baio de la obra de Nicolás Barsoff y Francisco Grassi, con las actuaciones de Andrés Irusta, Joaquín Wang y Yannick Du Plessis.

En el interior de un búnker derruido, un hombre, en el piso, se abraza a la única pierna de su compañero, postrado en silla de ruedas y cuyo rostro se oculta detrás de un voluminoso y hermético escrito. El espacio es ínfimo, sofocante, y lo invade un abigarrado cúmulo de libros, muebles y antiguos cachivaches que rodean a los dos hombres, amenazando desplomarse en cualquier momento sobre ellos, enterrándolos definitivamente. Por qué están allí no lo sabemos. Por qué el hombre del piso (Sam) lava el pie solitario del tullido (el Coronel) acariciándolo y besándolo como si se tratara de un viejo peluche de la infancia, mucho menos. Pero el efecto es inmediato: la máquina teatral se ha puesto decididamente en marcha y una poderosa ficción irrumpe, desde quién sabe qué universo paralelo, en ese rinconcito del Sportivo, dispuesta a reivindicar su plena materialidad.

A poco de comenzar y luego de un ominoso recuerdo relatado por Sam (acerca del día en que “Al cielo azul lo taparon las naves negras”), el Coronel da cuerda y pone en marcha un relojito cuyo tic-tac (que continuará durante el transcurso de la obra, tenue y constante) marca el tempo de una creciente tensión. Sam y el Coronel, refugiándose en ese reducto de una inacabable guerra que ocurre en el exterior, se demoran en sus distracciones cotidianas: una colección de estampillas, una caja de música, trofeos, discos, y en este quehacer y en el vínculo que entre ellos se teje cobra nitidez el perfil de estos personajes: el Coronel, un viejo militar de mirada torva, ademanes lentos y deliberados (propios del alto rango), y voz resonante y algo gangosa, como marcada por cicatrices; desde la silla, el Coronel impone su dominio sobre Sam, por lo visto un ex-soldado de su compañía, devenido sirviente algo neurasténico, servicial y fiel como un perro, siempre soñando con el mar y la playa afuera, aunque el Coronel insista que afuera no importa, que afuera no hay nada.

La armonía subterránea de esta pareja se rompe con la llegada de Simón, un sujeto temeroso, hipersensible, un manojo de nervios saltarines que viene (en reemplazo de un tal señor Chip) a traer víveres y con el firme propósito de realizarle una entrevista al Coronel sobre sus antiguas glorias; su cándida curiosidad pondrá en peligro el frágil equilibrio del búnker, removiendo el tufo de agrios secretos.

Esta irrupción del afuera desencadena una serie de situaciones que, más allá de esbozar los trazos de un incierto pasado, construyen un presente fascinante: por un lado, el trabajo de los actores es admirable, componen con riqueza y precisión tres personajes que nos refieren a territorios lejanos pero reconocibles, y los sostienen con ductilidad, habitando el espacio, poetizando cada momento, cada acción. Por otro lado, el encadenamiento de las situaciones nos conduce hábilmente desde momentos casi extáticos, donde la escena es un cuadro de movimientos mínimos y carga explosiva (como la hora del té, o la magistral mano de “balero”), hasta desbordes caóticos de energía y acción, pasando por todas las transiciones.

Una sugestiva intriga y el sólido trabajo del grupo nosobra Teatral nos abre las puertas a este mundo sepia lleno de fantasmas y peligros. Para los amantes de las buenas historias, una invitación que conviene aprovechar.

Juan Manuel López Baio

domingo, 18 de julio de 2010

Crítica: La verdad colándose entre las grietas por Mónica Berman


El espacio juega a ser pequeño, no sólo por sus dimensiones sino por dos decisiones centrales: el modo en que se ubica a los espectadores, que convierte la escena en un rincón y por el modo de atiborrar de objetos este universo, que es lo primero que se ve. El espacio deviene significante de manera inmediata, algo muy particular se lee en esta construcción: un viejo tocadiscos que funciona, una mesa precaria con un orden-caos bastante especial, objetos que denotarían lujo si no fuera por su condición decadente, estampillas y lupa, libros de tapa dura (con título en alemán al alcance de los espectadores), discos, la pipa; en fin, la propia vestimenta del coronel con sus medallas... Y sin embargo, alcanza con observar una de las paredes, gris, de extraña superficie para comprender que la reconstrucción no es realista, y que es contradictorio el interés por los libros y los discos y su tratamiento en la puesta (tirarlos, dejarlos caer, pisarlos con los pies o con la silla de ruedas, acomodarlos, sin piedad, en un rincón). Y es esta línea, la que se propone y sigue al pie de la letra toda la puesta en escena, una remisión lúdica a lo que es y lo que no es, lo que parece pero en realidad es de otro orden. Al principio los espectadores caemos en la confusión, en el engaño del coronel: están a salvo de la guerra que está afuera, este universo en miniatura es abrigo y salvación, la vida aquí es precaria pero está protegida. Luego se comprenderá que esto no es cierto. Que afuera no hay guerra, que el coronel, encerrado en el espacio y en la ficción de un tiempo ya pasado, necesita un servidor-soldado para sobrevivir, alguien a quien mandar, que le devuelva la imagen que precisa de sí. La irrupción de un tercero que, paradójicamente, tiene la tarea de inscribir definitivamente al coronel en la Historia, quebrará el equilibrio precario y desatará los nudos que sostenían la ficción casi inocua (salvo, tal vez, para Sam). Una vez que la verdad se cuela entre las grietas, todo se desestabiliza y hay que intentar mantenerlo a costa de lo que sea. Se cuenta una interesante historia, las actuaciones son increíbles, hay una dramaturgia sólida, capaz de sostenerse sin problemas; por otra parte, conmueven, divierten, son inteligentes en los modos de mostrar, la iluminación juega un papel central en este sentido. Es la primera obra que dirige Nicolás Barsoff, y los actores son todos muy jóvenes. Pero no son futuras promesas, Son en el presente. La ciudad de Buenos Aires necesita más experiencias como ésta.

miércoles, 19 de mayo de 2010

SIGUEN LAS FUNCIONES



Sábados a las 23:30hs.
Tríptico, de cómo el Coronel perdió las piernas

Del grupo nosobra Teatral.
Sportivo Teatral: Thames 1426
Sinopsis:
Sam y el Coronel viven aislados. Después de combatir una gran guerra, deciden terminar sus días en un sótano transformado en hangar, en refugio del mundo exterior. Hace años que viven allí encerrados, lavando todos sus pecados de guerra, ocultando todos sus secretos. La negación del Coronel con el afuera, impone en Sam la imposibilidad de salir. La irrupción de Simón, un extranjero, pone en conflicto la relación entre Sam y el Coronel. El afuera deja de ser el lugar prohibido, para convertirse en el mayor anhelo de Sam. Mientras, puertas adentro, Simón se pone en peligro y confronta con el Coronel.
El encierro como única salida, escape del afuera que se asoma por cada rincón, por cada haz de luz que entra a los aposentos del Coronel. La guerra lo ha coronado héroe, pero también le ha quitado las piernas.



Sportivo Teatral, Thames 1426

Sábados 23:30 hs.
Entrada: $30. Estudiantes: $25
Reservas: 4833-3585

nosobrateatral@gmail.com

Trailer Tríptico



Filmado en la Cámara de Teatro.
Diciembre 2008

Crítica MontajeDecadente


teatro // por Lucho Bordegaray

Un sótano mugroso, velas que chorrean, objetos que asemejan vulgares tesoros maltratados. En medio de eso, lo que queda de dos hombres, uno obstinado en mentirle al otro con que la guerra continúa, el otro satisfecho con que se le diga qué debe creer. Afuera, ya en tiempos de paz, el sombrío y maniático Coronel sería apenas un lisiado, pero en ese miserable reducto sigue siendo una autoridad aunque más no sea frente a Sam, un soldado al que los horrores de la guerra le arrebataron el escaso criterio que pudiera haber cultivado, siendo hoy apenas poco más que un perro guardián entrenado en la más irracional servidumbre.
La llegada de Simón, un advenedizo que busca entrevistar al Coronel, despierta en Sam todo tipo de reacciones inesperadas: el visitante es, de alguna manera, algo del afuera prohibido, temible y deseable.
Cinco jóvenes que andan por los veintipocos años de edad, con el IUNA como común denominador pero con otros recorridos de formación muy disímiles (Nicolás Barsoff en la dirección, también en la dramaturgia junto a Francisco Grassi, y las actuaciones de Andrés Irusta, Joaquín Wang y Yannick Du Plessis), llevan a escena este trabajo reflexivo y de amenazante violencia en el que recrearon con interesante mirada la sordidez que arrasa las vidas de quienes sobreviven a las guerras. Ellos son la nueva generación que se está presentando, y resulta alentador que su búsqueda no le escape al relato ni le niegue la posibilidad de exponer un contenido que implica asumir una toma de posición. Porque, sin grandilocuencias ni manipulaciones, son evidentes otras líneas de lectura que acercan indiscutiblemente ese relato a la actualidad de nuestra sociedad.
No puedo negar mi entusiasmo al sospechar que quizás así, tímidamente, un poco aquí y otro poco por allá, ya estemos viendo el inicio de la reacción que supere a la generación que levantó la bandera de que el teatro no tenía nada que decir ni debía dar cuentas de nada, y al que ni siquiera había que pedirle que aportara nada a la vida de los demás.

Encontrá la ficha artística y técnica y la información de las funciones de Tríptico en este link a Alternativa Teatral.

Entrevista


La ventana arte y cultura

Entrevista realizada por Romina Soler en Buenos Aires, Argentina a Nicolás Barsoff, que nos habla sobre Tríptico, su ópera prima como director teatral, y nos adelana sus próximos proyectos.


1.- ¿Cómo surgió la idea de la obra?

La idea del proyecto surgió a finales de 2006. Yo estaba cursando el 3er año de actuación en el IUNA con Eugenio Soto como profesor. Hace ya un par de años venía trabajando en un grupo de circo y teatro (como actor, y en una oportunidad como dramaturgo), y para esa época el trabajo con ese grupo estaba terminando. Entonces me sentí con la necesidad de empezar algo nuevo, y que implique a la vez un nuevo desafío: la dirección. Y de a poco fui convocando a la gente con la que tenía ganas de trabajar, hasta que a mediados de 2007 el grupo quedó conformado: todos actores, a quienes había conocido en el IUNA y se ocuparon de los diferentes roles (actuación, entrenamiento, asistencia y vestuario).

2.- ¿Cómo fue el proceso de dramaturgia?

Escribieron a partir de una idea e improvisaciones o cuando empezaron a ensayarla ya estaba el texto listo?Al empezar a ensayar a principios de 2007 no había una idea muy clara del objetivo a lograr. Sí sabíamos que queríamos armar una obra propia, pero no teníamos anclaje de ningún tipo ó preferencia por algún tipo de texto (por lo menos hasta el momento). De la misma manera que el elenco fue cambiando (en un principio estuvo conformado por dos actores y dos actrices, hasta finalmente desembocar en la tríada actual), también lo fue el texto. Empezamos probando dramaturgias ajenas, para luego crear la propia. A lo largo de los casi dos años de ensayos (e investigación) fuimos construyendo nuestra propia poética (estética y textual) a partir de lo que iba apareciendo, de lo que nos iba gustando, interesando, y yo hacía la bajada a papel. Fue un trabajo muy grupal, dónde todos tomamos partida en la decisión del texto. Ya llegando a mediados de 2008, con idea de estrenar a finales de ese mismo año, sumamos al equipo a Francisco Grassi (otro actor que conocí en el IUNA y con el que vengo trabajando la escritura en conjunto desde principios de 2007) con quien terminamos de definir la estructura dramática de la obra, y escribimos el libro final de lo que hoy es Tríptico

3.- ¿Cómo fue la decisión de la puesta en escena? ¿Podemos decir que tiene algo de Beckett?

De la misma manera que la dramaturgia, la puesta en escena fue el resultado de los dos años de trabajo. A medida que íbamos cerrando el texto, fuimos cerrando el mundo, la estética, el lenguaje. Siempre hubo algo de lo roto, lo oxidado, lo antiguo que me atrapa constantemente. Y a la vez también hay algo de eso que nos identifica como grupo.De Beckett hay algo, claro. Pero no es decidido. Por lo menos no concientemente. Cabe destacar que es un autor que me encanta, y por eso debe dar vueltas en mi cabeza a la hora de trabajar. Pero lo que une a Tríptico con Beckett (que no es la primera vez que me hacen ésta ligazón) es el mundo, y en específico, la idea del encierro (un poco a lo “Final de partida” si querés). Pero en la anécdota no hay muchos puntos en común. Tal vez haya algo en los personajes… pero creo que eso tiene que ver con lo lejanos que pueden ser, y el gran extrañamiento que opera sobre ellos (sus nombres más Europeos, la ficción de la guerra, los lugares nombrados, etc).

4.- Me gustaría que me cuentes sobre la elección de los actores y el trabajo con ellos para lograr sus personajes

Los tres actores de Tríptico (Andrés Irusta, Joaquín Wang y Yannick du Plessis) son actores que conocí cuando estudiaba en el IUNA. A los dos primeros los conocí mientras cusraba con Soto, mientras a Yannick lo tenía de vista en alguna muestra, pero nunca había cursado nada con él. Creo que la elección fue por intriga, atracción. Había algo de cada uno que me interesaba (ya sea por lo que daban en escena, por sus cuerpos, sus voces, y la buena predisposición al laburo). Pero los conocía como compañeros, no cómo director. Y creo que ese fue el mayor reto para mí. Poder hacerme cargo de la elección que había hecho en cuanto a la dirección, y poder transmitirles a ellos la seguridad y confianza que necesitaban (y necesitaba yo) a la hora de dirigirlos. Y el trabajo fue increíble: siempre fueron muy abiertos a lo que yo o Estefanía (Bavassi, la asistente de dirección) ó Sofía (Howard, que hizo el vestuario y nos acompañó tambien en el proceso creativo) proponíamos, y nos redoblaban la apuesta de juego, de prueba. Los personajes fueron naciendo del trabajo en conjunto, sin mucho pensar por fuera de los encuentros hasta llegada la última instancia de laburo. Creo que al todos tener el mismo objetivo y ganas a la hora de trabajar, fue muy fluido para todo.

5.- ¿Es la primera obra que dirigís? ¿Cómo fue esa experiencia de ser director luego de haber sido actor? ¿Qué cosas aprendiste, qué cosas te sirvieron de otros directores que te dirigieron?

Es la primer obra que dirijo, y la verdad no me puedo quejar. Fue un largo tiempo de ensayo el que demandó el trabajo (un primer año de investigación, y un segundo año de cerrar ideas y hacer el montaje final). Y siempre tuve muchas dudas, miedos. Era mi primer dirección, y muchas veces no sabía que estaba haciendo, si estaba bueno, si podía hacerlo, etc.Creo que lo que más me ayudo fue la paciencia y el trabajo grupal: para mucha gente dos años de ensayo es muchísimo. Puede ser (y puede ser que no, vaya uno a saber). Para nosotros era lo justo y necesario, el tiempo que se merecía la obra. Y también eso me ayudó a pararme en otro lugar, y saber que cosas quiero a la hora de dirigir otro proyecto, que puedo, y que necesito. De los directores que tuve me sirvió mucho que la mayoría eran como yo: iniciados. Casi todos de los directores de los que había trabajado hasta el momento eran gente joven, con las mismas inquietudes y miedos que yo. Así que de ahí fui aprendiendo a controlar las ansias, a ser consecuente, a respetar el laburo.Lo que más me ayudó fueron los profesores que tuve a lo largo de esos dos años. En una primera a instancia a Eugenio Soto (ya que ahí conocí a dos actores del elenco, y la estética que trabaja Soto definitivamente, influyó en la que aparece en Tríptico). También Marcelo Savignone, en una cuestión de ritmos, dinámicas del espacio. Y finalmente Guillermo Cacace, con el que aprendí el trabajo minucioso con el actor, la importancia del actor.6.- ¿Cuáles son tus próximos proyectos?Actualmente estoy haciendo la asistencia de dirección de “Todo cuanto hace es viento”, en el ciclo Decálogo del Rojas, dirigida por Guillermo Cacace. Estoy ensayando una obra como actor bajo la dirección de Julieta de Simone, a estrenar el año que viene. También está la idea de volver a hacer funciones con Offic, la primer obra que escribimos con Francisco Grassi (quien hizo la dramaturgia de Tríptico), en la que ambos actuamos, con la dirección de Fabián Díaz. Y finalmente, a mediados de Julio arranco con mi segunda dirección. Ésta vez con un elenco mayoritariamente femenino (cuatro mujeres y un hombre), y ésta vez, el texto sí está un poco más decidido de antemano…